martes, 31 de diciembre de 2024

LA DANZA COMO REFLEJO DE LA CONDICIÓN HUMANA UNA PERSPECTIVA DESDE LA OBRA DE CURPS SANZ

Por: Trinidad Pacheco Bayona.

En su obra "Historia Universal de la Danza", Curps Sanz nos ofrece una visión profunda y exhaustiva de la danza a lo largo de la historia, desde los pueblos más primitivos de la antigüedad hasta la actualidad. Sin embargo, más allá de la mera descripción de estilos y técnicas, Sanz identifica dos motivaciones principales que han impulsado a la humanidad a danzar a lo largo de los siglos. Estas motivaciones, que se han mantenido constantes a pesar del paso del tiempo y las diferencias culturales, son la búsqueda de expresión motor-ritmo y el logro de un estado estático a través de la danza.

La primera motivación, la búsqueda de expresión motor-ritmo, es una necesidad fundamental de la condición humana. Desde los rituales primitivos hasta las coreografías más complejas de la danza contemporánea, la humanidad ha buscado expresar sus emociones, creencias y experiencias a través del movimiento. La danza ha sido una forma de comunicación, de celebración, de duelo y de conexión con los demás. Ya sea en la danza ritual de los pueblos indígenas, en la danza cortesana del Renacimiento o en la danza de salón del siglo XIX, la búsqueda de expresión motor-ritmo ha sido una constante.

La segunda motivación, el logro de un estado estático a través de la danza, es un aspecto más profundo y espiritual de la condición humana. La danza ha sido una forma de alcanzar un estado de trance, de éxtasis o de conexión con lo divino. En muchas culturas, la danza ha sido una forma de acceder a estados de conciencia alterados, de comunicarse con los espíritus o de alcanzar la iluminación. Ya sea en la danza sufí, (un arte que se basa en la expresión corporal, generalmente acompañada de música, una de las formas de expresión más ancestrales del ser humano y puede tener fines estéticos, de entretenimiento o religiosos) en la danza tibetana o en la danza de los pueblos indígenas de América, el logro de un estado estático a través de la danza ha sido una búsqueda constante.

La obra de Curps Sanz nos muestra que la danza es más que una simple forma de expresión o entretenimiento. Es una forma de conexión con nuestra condición humana, con nuestras emociones, creencias y experiencias. La búsqueda de expresión motor-ritmo y el logro de un estado estático a través de la danza son dos motivaciones principales que han impulsado a la humanidad a danzar a lo largo de la historia. Y es precisamente esta conexión con nuestra condición humana lo que hace que la danza sea una forma de arte tan universal y tan profundamente arraigada en nuestra cultura.

martes, 24 de diciembre de 2024

RECUPEREMOS LAS TRADICIONES DANZARÍAS DE NAVIDAD EN COLOMBIA

Por: Trinidad Pacheco Bayona.

En las noches mágicas de diciembre Colombia solía vibrar al compás de las danzas navideñas un reflejo de nuestra diversidad cultural y el profundo arraigo de las celebraciones comunitarias. Estas expresiones artísticas no eran solo entretenimiento, sino un lenguaje vivo que conectaba generaciones, transmitiendo historias, valores y alegría en cada movimiento. Sin embargo, en los últimos años, hemos sido testigos de una preocupante disminución en estas prácticas. ¿Por qué están desapareciendo nuestras danzas navideñas?

En gran medida la modernización y globalización han tenido un impacto significativo. Las nuevas generaciones, influenciadas por la tecnología y las tendencias globales están perdiendo el interés por las tradiciones locales. Ahora, en lugar de reunirse en las plazas para bailar bambucos, cumbias o joropos alusivos a la Navidad, es más común ver a los jóvenes absortos en sus dispositivos electrónicos o participando en celebraciones desvinculadas de nuestras raíces culturales.

También debemos reconocer que el apoyo institucional a estas manifestaciones ha sido limitado. Las escuelas y casas de cultura, que solían ser semilleros de estas tradiciones, han reducido sus programas culturales en favor de otras prioridades. Sin una enseñanza activa, las danzas navideñas quedan relegadas al olvido.

La comercialización de la Navidad también ha jugado su papel. Las grandes cadenas y los eventos masivos se enfocan en espectáculos modernos y en la promoción del consumo, dejando poco espacio para las representaciones tradicionales que celebraban el nacimiento del Niño Dios a través de coreografías llenas de simbolismo y fe.

¿Qué podemos hacer para evitar que estas danzas desaparezcan por completo? Primero, es fundamental generar conciencia sobre la importancia de preservar nuestras tradiciones como parte de nuestra identidad. Esto implica incluirlas en los programas educativos, incentivando a los niños y jóvenes a aprender y valorar estas expresiones.

Además, las autoridades locales pueden desempeñar un papel clave al promover festivales y concursos de danzas navideñas. Estos eventos no solo revitalizarían las tradiciones, sino que también podrían convertirse en atractivos turísticos, beneficiando a las comunidades.

Finalmente, como ciudadanos debemos asumir la responsabilidad de transmitir estas tradiciones a nuestras familias. Enseñar un paso de cumbia o un ritmo de bambuco navideño en las reuniones decembrinas puede marcar la diferencia entre el olvido y la continuidad.

Las danzas navideñas son más que movimientos, son el alma de nuestra Navidad, un espejo de nuestra historia y una celebración de nuestra diversidad. Recuperarlas es un acto de amor por Colombia y por las generaciones que vendrán. No dejemos que el brillo fugaz de lo moderno apague la luz eterna de nuestras tradiciones.

 

miércoles, 18 de diciembre de 2024

EL ESPACIO DANZADO. UN UNIVERSO EN MOVIMIENTO

Por: Trinidad Pacheco Bayona.

El espacio en su concepción más tradicional, nos remite a la arquitectura, a las artes plásticas, incluso al ámbito acústico, como bien señala Glenn Albrecht. Sin embargo cuando hablamos de danza nos adentramos en una dimensión espacial completamente distinta, una que escapa a las categorizaciones convencionales. La danza no se limita a ser un cuadro en movimiento, una mera animación dentro de un marco preexistente. Su esencia reside en la creación de un espacio propio, efímero y visceral, que emerge del cuerpo y su interacción con el entorno.

Este espacio danzado no es el espacio de la plástica, estático y bidimensional, ni tampoco el del teatro, con su tramoya y escenografía preestablecidas. Es un espacio que se construye a cada instante, moldeado por la energía y la singularidad de los cuerpos en movimiento. Son los bailarines con sus gestos, desplazamientos y relaciones quienes tejen este universo paralelo, un territorio imaginario que cobra vida a través de la acción.

El cuerpo en la danza se convierte en un agente transformador del espacio. No se limita a ocuparlo, sino que lo crea, lo redefine, lo cuestiona. Cada movimiento, cada giro, cada salto, es una pincelada que dibuja nuevas coordenadas, nuevas perspectivas. El espacio danzado es un espacio vivo, dinámico en constante metamorfosis.

En este sentido, la danza despliega un poder de ordenación, concretización y, al mismo tiempo

de cuestionamiento espacial. Ordena el caos potencial del vacío, concretiza una visión, una emoción, una narrativa, a través del lenguaje corporal y cuestiona las nociones preestablecidas del espacio, abriendo nuevas posibilidades de percepción y experiencia.

La verdadera magia de la danza reside en su capacidad de hacer nacer algo diferente un mundo propio a partir de la energía del movimiento. En ese terreno imaginario que se despliega entre los cuerpos, surge una realidad única una que solo existe en el instante de la ejecución, una que se desvanece con el último movimiento dejando una huella imborrable en la memoria.

El espacio danzado, en definitiva, es un espacio de creación pura un universo en constante expansión, donde el cuerpo se convierte en el principal arquitecto, constructor y habitante. Es un espacio que nos invita a sentir, a vibrar, a conectar con lo más profundo de nuestra humanidad, recordándonos que el movimiento es la esencia misma de la vida.

lunes, 9 de diciembre de 2024

EXPRESIÓN DRAMÁTICA Y DANZA FOLCLÓRICA, EL LENGUAJE DEL CUERPO Y LA EMOCIÓN.

Por: Trinidad Pacheco Bayona.

En el arte, el cuerpo humano se convierte en un lienzo lleno de posibilidades expresivas y tanto la expresión dramática como la danza folclórica son manifestaciones poderosas de este lenguaje. Si bien ambas disciplinas pueden parecer distintas a primera vista, comparten una conexión intrínseca: el movimiento como vehículo para contar historias y transmitir emociones. La danza folclórica al igual que la expresión dramática, no solo celebra la tradición, sino que también es un reflejo vivo de la cultura y la identidad de un pueblo.

Desde esta perspectiva, autores como Rudolf Laban y Jacques Lecoq nos brindan herramientas fundamentales para comprender y enriquecer la danza folclórica a través del análisis del movimiento y la expresión. Aunque sus enfoques se desarrollaron en contextos diferentes, sus ideas convergen en la importancia del cuerpo como medio de comunicación artística.

Laban es reconocido como uno de los teóricos más influyentes del movimiento. Su concepto de los "esfuerzos" y su sistema de Labanotación ofrecen una forma de analizar y estructurar los movimientos humanos considerando factores como el espacio, el tiempo y la energía. En la danza folclórica esta perspectiva permite explorar cómo los movimientos tradicionales a menudo transmitidos de generación en generación se relacionan con la intención emocional y la narrativa cultural. Por ejemplo, los pasos enérgicos y amplios de una danza como el joropo reflejan orgullo y vitalidad mientras que los movimientos delicados de una danza andina evocan introspección y conexión con la naturaleza y el entorno social.

Por otro lado, Jacques Lecoq, con su énfasis en el teatro físico, nos enseña que el cuerpo es capaz de expresar toda una gama de emociones y significados sin necesidad de palabras. Su exploración del "juego" y las "máscaras" se alinea con los elementos rituales y dramáticos que a menudo encontramos en la danza folclórica. Muchas danzas tradicionales como la danza de los diablos en Venezuela o los bailes rituales africanos incorporan dramatización para narrar mitos celebrar ciclos agrícolas o representar conflictos sociales. Desde la perspectiva de Lecoq, estas representaciones no son solo coreografías, sino también actos teatrales cargados de simbolismo.

Ambos autores, aunque con métodos distintos, convergen en puntos clave que pueden enriquecer la danza folclórica:

Laban analiza cómo el cuerpo se mueve dentro del espacio, mientras que Lecoq enfatiza cómo el espacio afecta la presencia escénica del intérprete. En la danza folclórica esta relación es evidente en la interacción entre los bailarines y el entorno, ya sea una plaza pública o un escenario teatral.

Tanto Laban como Lecoq subrayan la importancia de la intención detrás del movimiento. Esto resuena en la danza folclórica donde cada gesto y desplazamiento tiene un significado cultural o emocional específico.

Ambos consideran el cuerpo como el principal medio para transmitir historias. En las danzas folclóricas los movimientos no son meros adornos estéticos, sino símbolos de identidad y resistencia cultural.

Uno de los grandes retos en la danza folclórica contemporánea es mantener viva su esencia tradicional mientras se adapta a un mundo en constante cambio. Aquí es donde las teorías de Laban y Lecoq pueden ofrecer una nueva perspectiva. Al integrar el análisis del movimiento y la expresión teatral los coreógrafos y bailarines pueden revitalizar las danzas folclóricas creando interpretaciones que sean fieles a sus raíces, pero que también hablen a las generaciones actuales.

La relación entre la expresión dramática y la danza folclórica nos recuerda que el arte del movimiento no tiene fronteras. Desde las teorías de Laban y Lecoq hasta los zapateos y giros que resuenan en las fiestas populares, el cuerpo humano sigue siendo el lenguaje universal que conecta el pasado con el presente ya las personas con sus culturas.

La danza folclórica no es solo un acto físico, es una narración viva que se encuentra en la expresión dramática un aliado natural. Rudolf Laban y Jacques Lecoq, con sus legados en el estudio del movimiento y la expresión corporal, ofrecen herramientas valiosas para entender y enriquecer esta forma de arte. Así, al mirar hacia las raíces de nuestras danzas también podemos redescubrir la riqueza de la conexión humana que reside en el movimiento.

UNA SOLA DANZA NO REPRESENTA A TODO NORTE DE SANTANDER

Por: Trinidad Pacheco Bayona. Hablar de una identidad cultural única en Norte de Santander es un error tan común como preocupante. Este depa...