miércoles, 25 de septiembre de 2024

LA DANZA, MÁS ALLÁ DEL CUERPO

Por: Trinidad Pacheco Bayona

La danza es una de las formas más puras de expresión  artística, pero a menudo se encuentra en una encrucijada que la distingue de otras disciplinas. Si bien todas las artes requieren pasión y entrega, la danza enfrenta un desafío único: su conexión intrínseca con el cuerpo. Aquí, la forma física no solo importa; se convierte en el vehículo fundamental a través del cual se canalizan las emociones.

Cuando un bailarín sube al escenario, no hay espacio para la fatiga ni para el dolor. Cada movimiento es una conversación sin palabras, una narrativa que se teje con cada paso y cada giro. La pasión, la rabia, la tristeza y la melancolía son los hilos invisibles que unen al artista con su audiencia. Sin embargo, transmitir estos sentimientos con autenticidad mientras se enfrenta a las limitaciones físicas del cuerpo es un acto casi sobrehumano.

Es en este cruce de emociones y resistencia donde reside la verdadera belleza de la danza. A menudo, el público no es consciente de las horas de ensayo, de las lesiones que se superan y del sacrificio personal que implica cada presentación. Para el bailarín, la tarea de transmitir emociones profundas se convierte en un desafío desgastante. ¿Cómo se puede entregar una parte del alma sin desmoronarse? Esa es la pregunta que muchos artistas enfrentan en su día a día.

Por ello, es esencial sensibilizar a quienes apoyan y disfrutan de la danza. Valorar no solo la estética del movimiento, sino también el esfuerzo y la vulnerabilidad que conlleva. Comprender que cada actuación es el resultado de un trabajo arduo y, a menudo, de sacrificios personales. Cada bailarín que se presenta en el escenario lleva consigo no solo su técnica, sino también su historia, sus luchas y su deseo de conectar con el público.

La danza es un arte que más allá de lo físico, nos invita a explorar lo que significa ser humano. Cada espectáculo es una oportunidad para experimentar el rango completo de emociones y cada bailarín es un narrador que nos invita a compartir su viaje. Es tiempo de reconocer y honrar el profundo desgaste emocional y físico que implica ser un artista de la danza. Porque al final en cada giro, en cada salto, hay una parte de su ser que queda expuesta y por ende hay una parte de nosotros que también se ve tocada.

Así que la próxima vez que veas a un bailarín en el escenario recuerda: no solo estás presenciando una actuación, estás siendo testigo de una historia de pasión, dolor y una entrega que va mucho más allá de lo que el cuerpo puede mostrar.

1 comentario:

  1. Qué bello, sí. Así es! Danzar es orar 3 veces, es moverse con un sentimiento, ritmo, objetivo, pensamiento... Es amar lo que se hace!

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