viernes, 5 de septiembre de 2025

COLUMNA DE OPINIÓN: EL MUSICAL DE BELLAS ARTES Y LA FARSA DE LA CONVOCATORIA VICIADA

Por: Azucena Rueda Delgado.

Ocaña, Una vez más, la Escuela de Bellas Artes de Ocaña inicia su nueva administración con el pie izquierdo, y no precisamente en un paso de baile, sino en un traspié institucional que evidencia desconocimiento, improvisación y, lo que es peor, una flagrante falta de respeto hacia quienes han construido con esfuerzo, rigor y pasión la tradición del teatro musical en esta ciudad.

La reciente convocatoria para el musical de fin de año 2025 —cuyo enunció reza: “¿Tienes una historia que necesita ser contada? ¿has escrito o dirigido teatro musical?” — no solo es ambigua, sino profundamente excluyente. Presuponga, sin decirlo, que solo cuentan quienes tienen historias inéditas y experiencia formal en escritura o dirección de musicales. ¿Y qué pasa con los actores, los músicos, los coreógrafos, los diseñadores, los productores? ¿Acaso el teatro musical es solo obra de escritores y directores? ¿Dónde quedó la esencia colectiva del arte escénico?

Pero el problema no es solo de redacción. Es de fondo. En Colombia, el teatro musical es un campo escaso, cultivado por pocos valientes que han apostado por un género complejo y exigente. Nombres como María Isabel Murillo , Juan Carlos Mazo (director de El Bolero de Rubén y Cabaret ), Pedro Salazar ( La Tiendita del Horror ), Iván Carvajal ( Sweeney Todd ), y la nueva generación encabezada por Leonardo Palacios y Felipe Sánchez , son referentes nacionales. En Ocaña, sin embargo solo hay un nombre que ha sostenido este género con constancia, rigor y amor: Juan Carlos Vergel Mogollon, artista empírico que durante diez años fundó, dirigió y consolidó el musical anual de la Escuela de Bellas Artes, convirtiéndolo en un proceso de aprendizaje vivo, comunitario y transformador.

Los demás intentos —cuando han existido— han sido lánguidos, precarios, improvisados. Y ahora, en lugar de fortalecer esa tradición, se lanza una convocatoria que ignora la historia, que desconoce el trabajo previo, y que parece diseñada para justificar decisiones ya tomadas bajo la mesa.

Y aquí aparece el personaje central de esta tragicomedia administrativa: Cristian Puentes, director que llegó a Ocaña “de la nada”, según se dice, con ínfulas de “argentino criollo” ¿será porteño o llanero disfrazado?, y cuya misión parece ser más la de “dárselas a Omar” —quien, por cierto, arrastra sus propios fantasmas de bailarín frustrado y director de una academia que solo existe en su imaginación— que la de servir a la comunidad artística.

Señor Puentes: esto no es un juego. No es una tienda de barrio que usted administra a su antojo. La Escuela de Bellas Artes es un espacio público, patrimonio cultural de Ocaña, y debe ser gestionada con transparencia, respeto y conocimiento. No puede usted, con una convocatoria mal redactada y peor intencionada, marginar a artistas que han presentado propuestas fundamentadas, con trayectorias académicas sólidas algunos incluso con maestrías en el exterior, para imponer criterios personales, caprichosos o, peor aún, políticos.

El teatro musical no se construye con arrogancia ni con improvisación. Se construye con memoria, con oficio, con comunidad. Y si usted no entiende eso, tal vez debería apartarse del escenario antes de que la obra se le venga encima y con ella, el rechazo de quienes sí aman y entendemos el arte.

La cultura no se administra como un puesto de arepas. Se cuida, se nutre, se respeta. Y Ocaña, sus artistas y su historia, merecen mucho más que esto.

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