Por: Trinidad Pacheco Bayona.
Por años, Salazar de las Palmas
ha sido bendecido con dos joyas que pocos municipios poseen: la pureza de sus
ríos y la devoción profunda a su Virgen. Un binomio que bien gestionado podría sostener un modelo de turismo ordenado seguro y sostenible. Sin
embargo, la realidad muestra que hemos vivido más de la ilusión que de la
planificación.
La reciente tragedia que cobró la
vida de cinco personas, entre ellas una madre y su hija tras la creciente
súbita de un río, no puede ser entendida como un accidente aislado. Es el
resultado de una cadena de omisiones que se han repetido administración tras
administración. Desde hace años expertos, líderes comunitarios y personas que
amamos este municipio hemos insistido en la urgencia de elaborar un plan
integral de cultura y turismo que contemple además de la promoción, la
protección de la vida y del patrimonio natural.
No se trata solo de atraer
visitantes para las fiestas religiosas o para un paseo dominical a la orilla
del río. El turismo sin reglas claras y sin gestión del riesgo es un turismo
peligroso. La falta de señalización en zonas de riesgo, la inexistencia de un
sistema de alerta temprana, la ausencia de guías capacitados y la
desarticulación entre las autoridades locales y los organismos de socorro han
dejado a visitantes y pobladores a merced de la suerte.
La belleza natural y la fe son
tesoros, pero también responsabilidades. Y es ahí donde las administraciones
municipales, tanto pasadas como la actual, han fallado. No basta con embellecer
las calles para las fiestas patronales; se requiere invertir en monitoreo de
ríos, capacitación de personal, ordenamiento territorial, rutas seguras y,
sobre todo, una cultura ciudadana de prevención.
La tragedia del río debería
marcar un antes y un después para Salazar de las Palmas. No podemos permitir
que, dentro de algunos años estemos escribiendo otra columna con los mismos
argumentos y las mismas lágrimas. El turismo, cuando se gestiona con visión y
responsabilidad, puede ser motor de desarrollo; pero cuando se deja al azar,
puede convertirse en una sentencia de muerte.
La vida de cinco personas debería
ser el último recordatorio de que planificar no es opcional, es una obligación
moral y legal. Salazar merece un futuro en el que la belleza de sus ríos y la
devoción a su Virgen se vivan con alegría y seguridad, no con miedo y luto.
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