En un país donde las ciudades comienzan a prosperar gracias a programas de estímulos municipales y alianzas con organizaciones culturales, la situación de Ocaña se torna lamentablemente opuesta. Nuestra ciudad sigue atrapada en un ciclo de estancamiento artístico, debido a una falta de visión y planificación que pone en jaque cualquier posibilidad de desarrollo cultural.
La administración municipal, en lugar de ser un catalizador para el arte y la cultura, se ha convertido en un obstáculo. Se cuenta con un Consejo de Cultura, cuyo propósito es asesorar y proponer planes para fortalecer la vida cultural de Ocaña; sin embargo, su falta de convocatoria demuestra la desatención y el desinterés en avanzar con políticas culturales sólidas. Es un órgano que debería ser el núcleo de la vida artística en Ocaña, pero su inacción refleja la falta de liderazgo y de una estrategia que impulse a los artistas y a las comunidades culturales de nuestra región.
A medida que se acercan las festividades de fin de año y los carnavales, reina la incertidumbre en el sector cultural. Muchos recuerdan con desánimo el año pasado, cuando el alcalde convocó a algunos artistas solo para escuchar sus ideas, pero sin ofrecerles el reconocimiento o apoyo debido. La paciencia de nuestra comunidad artística no es infinita y, ante esta falta de compromiso, está comenzando a agotarse.
Es momento de que la administración municipal despierte al potencial cultural de Ocaña. El arte y la cultura no son un lujo, sino una necesidad que fortalece el tejido social y ofrece a los ciudadanos una plataforma de expresión y crecimiento. Nuestra ciudad necesita y merece un renacer cultural; uno donde nuestros artistas sean valorados y apoyados, donde exista una programación coherente y donde los eventos festivos no se limiten a soluciones improvisadas y superficiales.
Ocaña tiene el talento y la creatividad. Ahora, es tarea de la administración brindarle las herramientas y el respaldo necesarios para que florezca.
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