domingo, 29 de septiembre de 2024

LA DANZA EN PELIGRO, UN DIAGNÓSTICO PREOCUPANTE EN OCAÑA

Por: Trinidad Pacheco Bayona.

En Colombia, la danza tradicional es un patrimonio cultural que refleja la identidad y riqueza de nuestras regiones. Sin embargo, al asistir a los festivales en instituciones educativas y organizaciones culturales, me he encontrado con un panorama alarmante. La falta de formación y estudio en coreografía y ejecución de la danza está poniendo en riesgo la autenticidad y esencia de nuestras danzas tradicionales.

En Ocaña específicamente, he presenciado errores graves en las puestas en escena. La investigación, la indagación y el estudio son fundamentales para rescatar y preservar nuestra herencia cultural, pero parecen ser conceptos olvidados. Los mal llamados “coreógrafos”, (Del Griego "choros" ósea danza y "graphein" que es escribir) que no han estudiado el diseño y dirección de la creación de movimientos y secuencias de danza, están poniendo en escena danzas que carecen de rigor y autenticidad.

Este diagnóstico es terrible, no solo por la falta de técnica y conocimiento, sino también por la pérdida de nuestra identidad cultural. La danza tradicional no es solo un espectáculo, es un legado que nos conecta con nuestras raíces y nuestra historia.

Es hora de reflexionar sobre la importancia de la formación y el estudio en danza. Los directores y coreógrafos deben asumir su responsabilidad y compromiso con la preservación de nuestra cultura. Las instituciones educativas y culturales deben apoyar y promover la formación de profesionales en danza.

La danza tradicional colombiana merece ser respetada y preservada. No podemos permitir que la falta de estudio y rigor la convierta en un espectáculo sin alma ni esencia. Es momento de actuar y proteger nuestro patrimonio cultural.

¿Qué acciones se pueden tomar para mejorar esta situación?

Fomentar la investigación y documentación de danzas tradicionales del territorio.

Establecer estándares de calidad en las puestas en escena.

Estudiar metodología y pedagogía de la danza.

La danza tradicional colombiana es un tesoro que debemos proteger. No podemos permitir que se pierda en la ignorancia y la falta de estudio de los que hacen montajes para la danza tradicional.

miércoles, 25 de septiembre de 2024

LA DANZA, MÁS ALLÁ DEL CUERPO

Por: Trinidad Pacheco Bayona

La danza es una de las formas más puras de expresión  artística, pero a menudo se encuentra en una encrucijada que la distingue de otras disciplinas. Si bien todas las artes requieren pasión y entrega, la danza enfrenta un desafío único: su conexión intrínseca con el cuerpo. Aquí, la forma física no solo importa; se convierte en el vehículo fundamental a través del cual se canalizan las emociones.

Cuando un bailarín sube al escenario, no hay espacio para la fatiga ni para el dolor. Cada movimiento es una conversación sin palabras, una narrativa que se teje con cada paso y cada giro. La pasión, la rabia, la tristeza y la melancolía son los hilos invisibles que unen al artista con su audiencia. Sin embargo, transmitir estos sentimientos con autenticidad mientras se enfrenta a las limitaciones físicas del cuerpo es un acto casi sobrehumano.

Es en este cruce de emociones y resistencia donde reside la verdadera belleza de la danza. A menudo, el público no es consciente de las horas de ensayo, de las lesiones que se superan y del sacrificio personal que implica cada presentación. Para el bailarín, la tarea de transmitir emociones profundas se convierte en un desafío desgastante. ¿Cómo se puede entregar una parte del alma sin desmoronarse? Esa es la pregunta que muchos artistas enfrentan en su día a día.

Por ello, es esencial sensibilizar a quienes apoyan y disfrutan de la danza. Valorar no solo la estética del movimiento, sino también el esfuerzo y la vulnerabilidad que conlleva. Comprender que cada actuación es el resultado de un trabajo arduo y, a menudo, de sacrificios personales. Cada bailarín que se presenta en el escenario lleva consigo no solo su técnica, sino también su historia, sus luchas y su deseo de conectar con el público.

La danza es un arte que más allá de lo físico, nos invita a explorar lo que significa ser humano. Cada espectáculo es una oportunidad para experimentar el rango completo de emociones y cada bailarín es un narrador que nos invita a compartir su viaje. Es tiempo de reconocer y honrar el profundo desgaste emocional y físico que implica ser un artista de la danza. Porque al final en cada giro, en cada salto, hay una parte de su ser que queda expuesta y por ende hay una parte de nosotros que también se ve tocada.

Así que la próxima vez que veas a un bailarín en el escenario recuerda: no solo estás presenciando una actuación, estás siendo testigo de una historia de pasión, dolor y una entrega que va mucho más allá de lo que el cuerpo puede mostrar.

viernes, 13 de septiembre de 2024

PRINCIPIOS PARA LA SEMIÓTICA SEGÚN NATALIA OLLORA TRIANA

Por: Trinidad Pacheco Bayona

La danza es un lenguaje universal que trasciende las barreras del idioma hablado, y como cualquier sistema de comunicación, se basa en la transmisión de significados. En su documento "La comunicación en la danza. Principios para la semiótica", Natalia Ollora Triana se adentra en este fascinante campo para explorar cómo la danza constituye un sistema de signos que comunica y genera significado. Su investigación se enfoca en entender y analizar los elementos que, desde la semiótica, intervienen en este proceso ofreciendo una nueva perspectiva para comprender mejor las creaciones coreográficas.

Ollora Triana parte de la premisa de que la danza como cualquier otro lenguaje artístico, está compuesta por un sistema específico de signos. Estos signos. los movimientos, gestos, posturas y la relación del cuerpo con el espacio y el tiempo constituyen los elementos que forman la base de la significación en las creaciones coreográficas. Al igual que en otros sistemas de comunicación, estos signos no tienen un significado único o fijo, sino que se interpretan en función de su contexto, de la historia que narra la obra y de la experiencia del espectador.

Uno de los grandes aportes de la investigación de Ollora Triana es su énfasis en cómo estos signos no son estáticos, sino que se transforman dependiendo del estilo coreográfico y del paradigma de creación de cada pieza. El movimiento de una mano, por ejemplo, puede transmitir ternura o dolor, dependiendo de la coreografía, el contexto visual y sonoro, y la intensidad con la que se ejecuta. Esta versatilidad en la interpretación hace que la danza sea un lenguaje increíblemente rico y dinámico.

La investigación de Ollora Triana detalla los distintos elementos que contribuyen al significado general de una obra de danza. Estos elementos incluyen no solo los movimientos corporales en sí mismos, sino también aspectos como el uso del espacio, la temporalidad, la música, la iluminación y el vestuario. Cada uno de estos factores puede ser visto como un signo que interviene en el proceso de significación, aportando matices a la narrativa global que busca comunicar una coreografía.

Al analizar estos elementos en conjunto, Ollora Triana propone una visión integral de la danza como un arte multisensorial, en el que cada componente juega un papel crucial para la construcción del mensaje. Esto permite a los coreógrafos y bailarines crear capas de significados que interactúan entre sí, brindando a los espectadores múltiples niveles de interpretación.

Uno de los aspectos más interesantes que aborda Ollora Triana es cómo el análisis semiótico de estos elementos puede ayudar a definir el estilo o paradigma de creación de una obra de danza. Cada coreografía se inscribe dentro de un conjunto de convenciones, reglas o estructuras que responden a una estética, una cultura o una visión del mundo particular. Identificar estos patrones permite a los analistas y a los mismos creadores comprender mejor las decisiones artísticas que se toman durante el proceso creativo y cómo estas decisiones generan sentido dentro de la obra.

Por ejemplo, en una obra de danza contemporánea, los movimientos abstractos y la ruptura con la simetría tradicional pueden ser interpretados como una forma de expresar las tensiones de la modernidad o la complejidad de las emociones humanas. En contraste, una pieza de ballet clásico utiliza un sistema de signos mucho más codificado, donde cada gesto tiene una significación clara y preestablecida dentro del repertorio de ese estilo.

El documento de Ollora Triana subraya la importancia de utilizar herramientas de análisis semiótico para comprender los procesos de comunicación que tienen lugar en las representaciones de danza. Al observar las coreografías como sistemas de signos, es posible desentrañar los mecanismos que los coreógrafos emplean para comunicar ideas, emociones e historias. Además, esta aproximación permite a los intérpretes y espectadores entender de manera más profunda los diversos procesos de significación que ocurren durante una representación.

El conocimiento de los signos de la danza no solo enriquece la interpretación de una pieza, sino que también ofrece a los coreógrafos un marco teórico que puede guiar la creación de nuevas obras. La semiótica, en este sentido, se convierte en una herramienta esencial para cualquier creador que desee explorar las múltiples posibilidades del cuerpo en movimiento como medio de expresión.

En su investigación, Natalia Ollora Triana ofrece una profunda exploración sobre la comunicación en la danza y cómo esta puede ser comprendida a través de la semiótica. Al desglosar los elementos que constituyen el sistema de signos de la danza, su análisis abre una ventana para observar cómo estos signos construyen significados complejos en las creaciones coreográficas.

Además, Ollora Triana destaca la relevancia de entender y analizar los procesos de significación en la danza, no solo como una forma de apreciar más plenamente las obras, sino también como una manera de empoderar a los creadores en su proceso artístico. Su trabajo es un recordatorio de que la danza es mucho más que una secuencia de movimientos: es un lenguaje cargado de simbolismo y significado, donde cada gesto, cada pausa y cada desplazamiento tiene algo que decir.

Así, la investigación de Ollora Triana se presenta como una valiosa contribución para el estudio de la danza y su comunicación, ofreciendo nuevas formas de analizar y comprender este arte en su complejidad. Al integrar la semiótica en el análisis de la danza, su obra nos invita a repensar la danza como un lenguaje potente que comunica ideas y emociones de maneras únicas y profundamente significativas.


martes, 10 de septiembre de 2024

Reflexiones para Directores de Danza a partir de Susan Leigh Foster, La Importancia del Cuerpo Danzado

Por: Trinidad Pacheco Bayona

El cuerpo en movimiento ha sido objeto de múltiples reflexiones y análisis a lo largo de la historia de la danza. Sin embargo, pocos han logrado profundizar en sus complejidades de manera tan aguda como Susan Leigh Foster una de las voces más importantes en la investigación del cuerpo danzado. En su ensayo "Cuerpos de danza", incluido en Incorporaciones (1992), y en su libro Corporealities. Dancing Knowledge, Culture and Power (1996), Foster ofrece una mirada reveladora que invita a directores, coreógrafos y pedagogos a reexaminar sus concepciones sobre el cuerpo en la danza, no solo como instrumento técnico, sino como un sitio de cultura, poder y conocimiento.

Foster subraya una idea central que todo director de danza debería tener presente: el cuerpo no es un mero vehículo que ejecuta movimientos preestablecidos, sino un ente que produce significado cultural. A través del movimiento, el cuerpo proyecta una narrativa que está profundamente enraizada en la historia personal del bailarín, su contexto social y las estructuras de poder a las que pertenece. Por ello, es crucial que los directores de danza adopten una perspectiva crítica sobre cómo las coreografías que diseñan o enseñan moldean y reflejan estas realidades.

En "Cuerpos de danza", Foster explora la noción de que los cuerpos en movimiento siempre están "inscritos" con marcas de género, raza y clase. Cada acción, cada gesto, lleva consigo una carga simbólica que no es neutra. Esto plantea un desafío para los directores de danza: ¿Cómo diseñar una coreografía que no perpetúe estereotipos de poder o invisibilice ciertas corporalidades? La danza, en este sentido, se convierte en una plataforma para cuestionar y reconfigurar las jerarquías sociales. Los directores deben ser conscientes de que, al elegir ciertos cuerpos, ciertos movimientos o ciertas estéticas, están validando o cuestionando esas inscripciones.

Además, Foster insiste en que la relación entre el cuerpo y el espacio también es un aspecto clave en la creación coreográfica. El cuerpo no se mueve en el vacío; siempre está interactuando con un entorno que lo condiciona y que, a su vez, él transforma. Un director de danza debe tener en cuenta cómo el espacio escénico refuerza o desafía las dinámicas de poder. ¿Qué cuerpos son más visibles? ¿Qué cuerpos se relegan a los márgenes? Este tipo de preguntas deben estar en el centro del proceso creativo.

Otro aspecto fundamental que aborda Foster es el cuerpo como generador de conocimiento. En la tradición occidental, el cuerpo ha sido históricamente visto como separado del intelecto, subordinado a la mente. No obstante, Foster reivindica la idea de que el cuerpo danzante es un productor activo de conocimiento, capaz de generar formas de saber que no se expresan mediante palabras, sino a través del movimiento. Esto implica que los directores de danza no deben tratar al bailarín simplemente como un ejecutante que sigue órdenes, sino como un colaborador que aporta su propia experiencia corporal y su propia inteligencia kinestésica al proceso creativo.

De la misma forma, el cuerpo danzado no solo refleja la cultura, sino que también la produce. Las decisiones coreográficas de un director influyen en la manera en que el público y los propios bailarines perciben y entienden el cuerpo. Por lo tanto, los directores deben asumir una posición de responsabilidad y autoconciencia, entendiendo que la danza no es un arte exento de implicaciones culturales y políticas.

En Corporealities, Foster expande esta idea al explorar cómo el cuerpo en movimiento está imbuido de poder. El cuerpo, al ser entrenado, modelado y disciplinado en la danza, está sujeto a normas y estructuras sociales que, en ocasiones, pueden perpetuar sistemas de opresión. Foster nos invita a repensar el entrenamiento en danza, que a menudo busca una uniformidad de técnica y estética, y reflexionar sobre si esta uniformidad no está silenciando ciertas voces corporales. Un director de danza debe cuestionarse: ¿Qué cuerpos son privilegiados en mis clases o en mis producciones? ¿Qué ideas sobre el cuerpo y el movimiento estoy perpetuando?

En resumen, el trabajo de Susan Leigh Foster nos recuerda que el cuerpo danzado es un campo de batalla simbólico donde se juegan relaciones de poder, cultura y saber. Para los directores de danza, esta comprensión es crucial. No se trata simplemente de crear belleza o espectáculo, sino de ser conscientes del potencial transformador de la danza. A través del movimiento, se pueden desafiar estructuras de opresión, reivindicar corporalidades diversas y generar nuevas formas de conocimiento.

Como directores, es nuestra responsabilidad no solo enseñar técnica, sino también crear espacios donde los cuerpos puedan expresar su historia, su identidad y su poder. Foster nos llama a una reflexión crítica sobre el papel de la danza en la sociedad y nos insta a ser agentes de cambio, utilizando el cuerpo danzado como una herramienta para cuestionar y reimaginar el mundo en el que vivimos.

La danza, en este sentido, es mucho más que un arte; es un acto político y cultural profundamente significativo.

martes, 3 de septiembre de 2024

LA ANTROPOSOFÍA Y LA REVALORIZACIÓN DEL CUERPO EN LA DANZA. UN VIAJE DE AUTOCONOCIMIENTO A TRAVÉS DE LA EURITMIA.

Por: Trinidad Pacheco Bayona.

En un mundo donde la superficialidad y el utilitarismo parecen regir muchos aspectos de nuestra vida diaria, la Antroposofía emerge como un faro de profundidad espiritual y autoconocimiento. Fundada por Rudolf Steiner en el siglo XX, este movimiento filosófico-espiritual nos invita a mirar más allá de lo visible y a conectar con lo que realmente somos: seres con una dimensión espiritual, emocional e intelectual que debe ser cultivada en su totalidad.

Dentro de este marco, la Euritmia, una disciplina artística nacida del seno de la Antroposofía, se presenta no solo como una forma de arte, sino como un medio para explorar y expresar la esencia humana. Desarrollada por Steiner y Marie von Sivers en la década de 1920, la Euritmia ofrece una nueva manera de entender la danza y el movimiento corporal, no como una simple coreografía para el entretenimiento, sino como una herramienta sagrada para la conexión interior y la expresión de la música y la poesía a través del cuerpo.

La positiva valoración del cuerpo en la danza, concepto que se alinea profundamente con los principios antroposóficos, propone una visión del cuerpo como un instrumento valioso y sagrado. En esta perspectiva, el cuerpo no es un objeto al servicio de la mente o un vehículo para la satisfacción de deseos superficiales. Es, en cambio, un medio para acceder a nuestro ser más profundo para explorar y expresar nuestras emociones y nuestra espiritualidad.

La Euritmia, en su esencia, busca desarrollar una conciencia corporal que permita una expresión auténtica y armónica. A través de movimientos precisos, que reflejan las cualidades internas de la música y el lenguaje, esta disciplina enseña a los practicantes a habitar plenamente su cuerpo y a ser conscientes de cada sensación y movimiento. Esta conciencia corporal es fundamental para estar presente en el momento para sentir la vida que fluye a través de nosotros y para expresar nuestras emociones de una manera genuina y profunda.

Además, la Euritmia fomenta la integración del cuerpo, la mente y el espíritu. En un mundo donde a menudo nos sentimos desconectados de nosotros mismos, esta disciplina nos recuerda la importancia de la unidad interna. Al armonizar estas tres dimensiones, logramos una expresión más auténtica, que no solo comunica lo que somos a nivel exterior, sino que también refleja nuestra esencia interior.

Este enfoque nos invita a ver la danza desde una perspectiva diferente. No se trata solo de movimientos técnicos o de belleza estética, sino de un acto creativo y profundamente espiritual. La creatividad en este contexto, no es simplemente la capacidad de inventar nuevos movimientos, sino la facultad de explorar nuevas formas de ser y de expresarnos, de conectar con nuestro yo más profundo y de manifestarlo en el mundo a través del cuerpo.

La Antroposofía y la Euritmia nos ofrecen una visión renovada y profunda de la danza y del cuerpo. Nos invitan a revalorar el cuerpo no como un mero objeto, sino como un instrumento sagrado de expresión y autoconocimiento. En un tiempo donde tantas voces nos empujan hacia la superficialidad, estas enseñanzas nos recuerdan que, al conectar con nuestro cuerpo y valorar su capacidad expresiva, estamos en realidad conectando con nuestra esencia más pura, con nuestra verdadera humanidad.

 





UNA SOLA DANZA NO REPRESENTA A TODO NORTE DE SANTANDER

Por: Trinidad Pacheco Bayona. Hablar de una identidad cultural única en Norte de Santander es un error tan común como preocupante. Este depa...