domingo, 4 de mayo de 2025

UNA SOLA DANZA NO REPRESENTA A TODO NORTE DE SANTANDER

Por: Trinidad Pacheco Bayona.

Hablar de una identidad cultural única en Norte de Santander es un error tan común como preocupante. Este departamento, conformado por 40 municipios, 108 corregimientos y numerosos caseríos, es un mosaico de culturas, tradiciones y expresiones que no pueden reducirse a una sola manifestación artística, especialmente cuando se trata de la danza.

Es frecuente escuchar, incluso por parte de algunos directores de danza en la ciudad de Cúcuta, que el bambuco zapateado representa la identidad dancística de todo el departamento. Esta afirmación, aunque seguramente bien intencionada, no solo es imprecisa, sino que desconoce la realidad cultural de regiones como Ocaña y el Catatumbo, donde, durante mis años de trabajo como educador en danza, no he presenciado ni una sola representación de bambuco zapateado en eventos culturales locales.

Este tipo de generalizaciones invisibiliza las tradiciones propias de cada territorio, y contribuye a una visión centralista que borra la riqueza y diversidad cultural de nuestro departamento. No podemos caer en el error de imponer una identidad única, porque hacerlo es negar las múltiples formas en que los nortesantandereanos sienten, bailan y celebran su herencia.

Vale la pena reconocer en este contexto, el trabajo del maestro Juan Becerra, quien en su época universitaria presentó una valiosa propuesta sobre el bambuco zapateado como parte de su tesis. Su aporte es significativo, pero debe entenderse como una propuesta local o regional, no como una verdad universal para todo Norte de Santander.

Con este artículo no pretendo deslegitimar ninguna expresión dancística. Por el contrario, quiero hacer un llamado al respeto y al reconocimiento de nuestra pluralidad cultural. Solo a través del diálogo, la escucha y la inclusión podremos construir una identidad regional que honre las particularidades de cada rincón de nuestro territorio.

Norte de Santander no tiene una sola danza, tiene muchas. Y todas merecen ser vistas, valoradas y preservadas.

lunes, 28 de abril de 2025

¿CELEBRAMOS EL DÍA INTERNACIONAL DE LA DANZA CON CONCIENCIA O DESCONOCIMIENTO?

Por: Trinidad Pacheco Bayona.

Cuando celebramos el día internacional de la Danza, una fecha que nos invita a reflexionar sobre este arte universal que conecta culturas, emociones y cuerpos en movimiento. Sin embargo, me pregunto: ¿los directores del territorio en Ocaña, una tierra con más de 454 años de historia y tradición, tienen siquiera un mínimo conocimiento sobre los fundamentos que todo creador de danza debería dominar? ¿Están conscientes de lo que implica trabajar con esta disciplina artística tan compleja y rica?

La danza no es solo movimiento; es un lenguaje que exige preparación, sensibilidad y conocimiento profundo. Un verdadero creador de danza debe tener claros varios parámetros esenciales para poder construir propuestas auténticas y respetuosas con las raíces culturales de su entorno. Veamos algunos de ellos: La danza no existe en el vacío. Cada paso, cada gesto está profundamente arraigado en un contexto cultural e histórico específico. En Ocaña, por ejemplo, deberíamos preguntarnos: ¿valoramos nuestra herencia indígena, africana y mestiza en nuestras expresiones dancísticas? ¿Sabemos distinguir entre danza como arte y baile como expresión social? Desde el ballet clásico hasta las danzas folclóricas regionales, cada género tiene sus propias reglas y técnicas. ¿Los líderes culturales de Ocaña conocen estas diferencias? ¿Apoyan iniciativas que promuevan tanto la técnica como la innovación?

El cuerpo es el instrumento principal del bailarín, y cuidarlo es fundamental. ¿Existe algún programa en la región que enseñe anatomía aplicada a la danza? ¿Se fomenta la preparación física adecuada para evitar lesiones?
La relación entre el cuerpo y el espacio es clave en la danza. Una buena coreografía no es solo una secuencia de pasos, sino una narrativa visual que comunica emociones e ideas. ¿En Ocaña se apoya la creación de coreografías originales que cuenten nuestras historias locales? La danza también es espectáculo. La iluminación, el vestuario, la música y otros elementos escénicos juegan un papel crucial. ¿Nuestros espacios culturales están equipados para ofrecer presentaciones de calidad? Este día debería ser una oportunidad para cuestionarnos: ¿qué estamos haciendo para fortalecer la danza en nuestra región? ¿Existen programas educativos, festivales o talleres que promuevan esta disciplina? Y ara reflexionar:

¿Valoramos la danza como una forma de preservar nuestra identidad cultural? ¿Qué hacemos para garantizar que las nuevas generaciones tengan acceso a formación dancística de calidad? ¿Cómo podemos integrar la danza como parte esencial del desarrollo cultural y turístico de Ocaña?

En un territorio como Ocaña, donde la historia y la tradición son pilares de nuestra identidad, la danza debería ser un faro que ilumine nuestro camino hacia el reconocimiento cultural. Sin embargo, parece que aún falta mucho por hacer. Nosotros como directores y líderes del territorio debemos asumir un rol activo en la promoción y el fortalecimiento de esta disciplina. No basta con aplaudir en una celebración anual; debemos trabajar durante todo el año para que la danza ocupe el lugar que merece en nuestra sociedad.

Este Día Internacional de la Danza debe ser un llamado de atención: celebremos sí, pero con conciencia y compromiso. La danza no es un lujo, es una necesidad humana que nos conecta con lo más profundo profundo de nosotros mismos y de nuestras raíces. ¿Estamos listos para asumir ese reto?

domingo, 20 de abril de 2025

LA DANZA COMO UN DIÁLOGO ENTRE LO TANGIBLE Y LO ETÉREO

Por: Trinidad Pacheco Bayona.

El texto de Noel Bonilla Chongo nos invita a reflexionar sobre uno de los dilemas más profundos de la danza: su dualidad inherente. Por un lado, está la cosificación, esa necesidad de capturarla, de convertirla en algo tangible, documentable, histórico. Por el otro, su esencia efímera, esa actualización continua que escapa a las ataduras del tiempo y el espacio, desafiando cualquier intento de encasillarla o preservarla. En este vaivén entre lo material y lo inmaterial, la danza se revela como un lenguaje vivo, mutable e insondable, tal como lo expresara Martha Graham al definirla como "el lenguaje oculto del alma".

La danza no puede ser reducida a una mera manifestación artística; es mucho más que eso. Es un territorio donde convergen tiempo y espacio, memoria y cuerpo, pasión y rigor. Pero, ¿cómo equilibrar estas dimensiones? ¿Cómo reconciliar la necesidad humana de analizar, historiar y teorizar con la naturaleza intrínsecamente fugaz de la danza? Bonilla Chongo plantea esta pregunta sin ofrecer una respuesta definitiva, porque tal vez no exista una. Sin embargo, esta ambigüedad no debe verse como una limitación, sino como una invitación a explorar lo desconocido.

En nuestra cultura y pensamiento coreográficos, solemos caer en la tentación de cosificar la danza. Queremos atraparla en videos, fotos, partituras o descripciones académicas, como si al hacerlo pudiéramos asegurar su permanencia. Pero la danza no vive en estos registros; vive en el instante, en el movimiento que nace y muere en cada respiración del intérprete. Es ahí donde reside su poder transformador, en su capacidad de actualizar constantemente nuevas realidades, de reinventarse en cada ejecución.

Por otro lado, la idea de que tiempo y espacio deben transitar como líneas "movibles, negociables, cambiantes" nos recuerda que la danza no está sujeta a reglas fijas. No existe un solo modo correcto de bailar, ni un solo significado para un gesto. Cada cuerpo, cada contexto, cada momento trae consigo una interpretación única. Así, la danza se convierte en un acto de descubrimiento perpetuo, tanto para el bailarín como para el espectador.

Sin embargo, este carácter efímero también plantea un reto: ¿cómo preservar la memoria de la danza sin traicionar su esencia? Aquí entra en juego el concepto de "documento", mencionado por Bonilla Chongo. Un documento no tiene que ser algo estático; puede ser una huella viviente, una resonancia que perdura en quienes experimentan la danza. La memoria de la danza no está solo en los archivos, sino en los cuerpos que la practican y en los corazones que la sienten.

Finalmente, la frase de Graham resuena como un recordatorio de que la danza trasciende lo físico. Es un puente hacia lo espiritual, hacia aquello que no podemos nombrar pero que sentimos profundamente. En un mundo obsesionado con lo medible y lo cuantificable, la danza nos invita a abrazar la incertidumbre, a celebrar lo que no puede ser contenido ni explicado del todo.

La danza no es ni puramente cosa ni puramente espíritu; es ambas cosas y ninguna a la vez. Su magia radica precisamente en esta tensión, en su capacidad de desafiar nuestras categorías y expandir nuestros horizontes. Tal vez nunca encontremos "el punto justo" entre cosificación y actualización, pero quizás ese sea el propósito: seguir buscando, seguir bailando, seguir siendo.

jueves, 10 de abril de 2025

LA CAMPIÑA. LA DISCOTECA QUE MARCÓ UNA ÉPOCA EN SALAZAR DE LAS PALMAS

Por: Trinidad Pacheco Bayona.

En los años 90, cuando el Norte de Santander aún era un territorio donde lo ancestral y lo moderno se encontraban en un equilibrio casi mágico, Salazar de las Palmas brillaba con su belleza arquitectónica colonial y su exuberante naturaleza. Era un lugar donde las montañas parecían abrazar a los pueblos, los ríos cantaban melodías eternas y las calles guardaban historias de generaciones. Pero fue también en este contexto idílico donde nació un espacio que cambiaría para siempre las noches de los habitantes del pueblo: La Campiña, una discoteca familiar que se convirtió en el epicentro de la diversión sana y los encuentros inolvidables.

Ubicada en una vieja casa de amplios patios y salones con techos altos, La Campiña no era solo un lugar para bailar. Era un refugio donde las familias habían compartido risas y conversaciones durante décadas, pero que, gracias a la visión de Trino Torres Gamboa, Junior, se transformó en el escenario perfecto para disfrutar de los ritmos más vibrantes de la época. Desde República Dominicana llegaban los merengues pegajosos que hacían mover los pies hasta el amanecer; desde Puerto Rico, las bachatas románticas que encendían corazones; desde Cali, la salsa que invitaba a perderse en el vaivén de sus compases; y desde Valledupar, por supuesto, los acordeones y voces emblemáticas del vallenato que eran parte del ADN cultural de la región.

Cada fin de semana, después de la misa de las 7:00 pm, los jóvenes y adultos se preparaban para vivir una experiencia única. Los hombres sacaban sus mejores camisas, impecablemente planchadas, mientras las mujeres lucían vestidos ajustados y peinados elaborados. Los ahorros de toda la semana se destinaban a esos dos días de encuentro, donde no solo se bailaba, sino que también se tejían historias de amor y amistad. En La Campiña, entre luces tenues y sonidos envolventes, muchas parejas dieron sus primeros pasos juntos, y muchos corazones latieron al ritmo de una canción especial.

El ambiente era único. Las mesas dispuestas en los patios exteriores permitían conversaciones animadas, mientras que las salas interiores se llenaban de cuerpos moviéndose al son de los acetatos que sus propietarios traían con esmero. Cada vinilo era una joya musical, cuidadosamente seleccionada para garantizar que la noche fuera memorable. No había espacio para la monotonía: una pieza de Juan Luis Guerra podía dar paso a una interpretación apasionada de Joe Arroyo, y luego el público se entregaba completamente a los clásicos de Diomedes Díaz o el Binomio e Oro.

Pero La Campiña no era solo música y baile. Era un lugar donde las personas se reencontraban consigo mismas y con los demás. Era el sitio donde primos lejanos se volvían amigos cercanos, donde las tímidas ganaban confianza al ser invitados a bailar, y donde los sueños adolescentes se iluminaban bajo las estrellas. Era, en definitiva, un punto de conexión entre lo cotidiano y lo extraordinario, entre lo simple y lo mágico.

Con el tiempo, como ocurre con todas las cosas, La Campiña dejó de ser el lugar que una vez fue. Sin embargo, su legado permanece vivo en los recuerdos de quienes tuvieron la suerte de experimentar aquellas noches inolvidables. Hoy, cuando se menciona su nombre en Salazar de las Palmas, los ojos de los lugareños se iluminan, y las historias fluyen tan naturalmente como el agua de los ríos que rodean el pueblo. Porque La Campiña no fue solo una discoteca; Fue un símbolo de alegría, comunidad y cultura en una época dorada que sigue resonando en el corazón de quienes la vivieron.

Así, entre notas musicales y pisadas de baile, esta crónica rinde homenaje a un lugar que, aunque ya no existe básicamente, vive para siempre en la memoria colectiva de un pueblo que supo disfrutar de lo mejor que tenía para ofrecer.

jueves, 27 de marzo de 2025

Columna de Opinión: La Cámara de Comercio de Ocaña y el Carnaval de lo Superficial.

Por: Azucena Delgado Rueda.

Ocaña, una ciudad que respira historia y cultura, hoy se debate entre el asombro y la indignación. Su Cámara de Comercio, entidad que debería ser faro de desarrollo y equidad, se ha convertido en un espectáculo de despropósitos. ¿Qué ha pasado con los 3.700 millones de pesos de presupuesto? ¿En qué agujero negro desaparecieron los recursos que debían impulsar la economía local?

Las ferias en el parque 29 de mayo, antes símbolo de identidad y tradición, ahora son montajes faraónicos donde el derroche opaca el sentido comunitario. Viajes a Medellín bajo el disfraz de “capacitación para emprendedores”, adquisición de vehículos de gama media para “gestión institucional”, eventos sociales con el departamento que más parecen fiestas privadas, y viáticos que se esfuman como agua entre los dedos… Todo esto, mientras los artistas, artesanos y gestores culturales de Ocaña mendigan migajas, ¡si es que les dan!

¿Dónde está el apoyo a quienes tejen la identidad de esta tierra? ¿Qué respuestas hay para las corporaciones y fundaciones culturales que sostienen el alma de Ocaña con proyectos que nadie financia? La Cámara de Comercio, en lugar de ser puente entre el comercio y la cultura, ha levantado un muro de opacidad. Sus acciones, lejos de empoderar, han creado una élite de favorecidos que bailan al ritmo de la discrecionalidad.

Y aquí surge la gran pregunta: ¿por qué callan los creadores? ¿Dónde están las voces que deben exigir transparencia? Los cafés, plazas y talleres, antes espacios de debate, hoy son cementerios de silencios cómplices. ¿Acaso el miedo paraliza? ¿O la resignación ha secuestrado la indignación? Incluso los medios locales, guardianes del derecho a saber, prefieren tapar la olla podrida con elogios vacíos y notas pagadas.

Ocaña merece una Cámara de Comercio que rinda cuentas claras, que invierta en emprendimiento sin convertirlo en negocio de mierda, que apoye a sus artistas no con migajas, sino con políticas serias. Que priorice la transformación económica sobre el glamour efímero.

Que nadie se engañe: este no es un llamado a la confrontación, sino al coraje. Que los ciudadanos exijan auditorías públicas, que los medios abandonen la complicidad y que los artistas, esos guardianes de la memoria, alcen la voz. Porque una institución que nació para servir, no puede seguir siendo un bufet de privilegios.

Eh dicho

viernes, 21 de marzo de 2025

Jorge Torres. es un ser humano excepcional, apasionado por la vida y su tierra, Salazar de las Palmas. Escritor incansable, amante de los gatos y las buenas historias, destaca por su habilidad para conversar y hacer de cada encuentro un momento memorable. Así es Jorge Torres.

HABITACIÓN 413. 

Debían ser las 10 de la noche cuando llegué al hotel. La tranquilidad era absoluta, ni siquiera el maullar de un gato perturbaba el silencio. Sin embargo, esa paz se desmoronó cuando subí hacia mi piso. Un sonido, un gemido creciente, comenzó a filtrarse por el pasillo. Venía del cuarto 413.

No pude evitarlo; mi curiosidad me ganó. Me detuve frente a la puerta y, cual chismoso, me dejé envolver por aquellos ecos que se escapaban como si las paredes estuvieran hechas de susurros y jadeos. No era solo una batalla de amor, era algo visceral, casi primitivo, como si quienes estaban allí dentro hubiesen olvidado el mundo más allá de esa habitación.

El ruido atravesaba las rendijas de la puerta y las ventanas, transformando la quietud del lugar en un escenario vibrante, una especie de invitación tácita al espectáculo más íntimo que un ser humano puede presenciar. Sin negar lo que sentía, mi propia piel respondió, y el recuerdo de mi amada me envolvió. Cerré los ojos, y en un instante, me transporté a esa misma escena, imaginando cómo sería ser parte de esa danza febril.

La faena no duró mucho, diez minutos tal vez, pero cuando todo se calmó, solo quedó el eco de las respiraciones entrecortadas de dos cuerpos que habían alcanzado las estrellas y volvían lentamente a la tierra, exhaustos pero satisfechos. Su cansancio me arrastró a un sueño profundo, y en ese mundo onírico, algo que no ocurría desde mi adolescencia sucedió: tuve un sueño mojado.

Desperté en una lagunita cálida, un charco de mis propios deseos, con el olor inconfundible de un amor consumado, aunque solo en mi mente.



sábado, 8 de marzo de 2025

El espejo roto de la cultura y el silencio de los artistas

Por: Azucena Delgado Rueda.

Hace tiempo, un colega —profesor de arte y alma inquieta— me pregunto que porque decidí clausurar mi columna semanal dedicada al análisis cultural de la región?. Muchos susurraron que era él quien firmaba estas crónicas, pero la verdad es más compleja: escribir sobre arte y cultura se ha convertido en un acto de equilibrio sobre un alambre de espinas. ¿Por qué? Porque la indiferencia de los artistas locales hacia la reflexión crítica y la lectura ha hecho de este ejercicio un monólogo sin eco.

La región, rica en talento y color, parece padecer una contradicción: sus creadores, dueños de egos tan altos como sus obras, rehúyen de la academia y de las páginas escritas. No se trata de elitismo intelectual, sino de un divorcio profundo entre la práctica artística y la construcción teórica. Los artistas, sumidos en una burbuja de autocomplacencia, desconocen que la lectura —esa ventana a otras miradas— podría transformar sus obras en diálogos, no en monólogos. Prefieren el rumor al debate, la anécdota al ensayo, el chisme al concepto. Y así, su arte, aunque técnicamente empañado, carece de raíces en el pensamiento crítico que lo sostenga.

¿Qué sentido tiene escribir, entonces, para un público que no lee? ¿Cómo despertar conciencias si el único interés es el reflejo efímero de las redes sociales o la cháchara de los talleres de café? Lo entendí: ´mi pluma, antes incisiva, se volvió un espejo incómodo. Y los espejos, ya se sabe, rompen cuando muestran verdades incómodas.

Pero he aquí la paradoja: incluso en el desierto, oasis brotan. Algunos artistas —pocos, sí— siguen creyendo en el poder de la palabra y la crítica. Para ellos, este espacio renacerá, no con sermones, sino con sutileza. Se hablará de arte, sí, pero también de los entresijos, las historias que no se cuentan en las galerías, los hilos invisibles que tejen la cultura. Será un homenaje a quienes disfrutan del chisme como pretexto para pensar, para cuestionar, para conectar.

Así, entre líneas y susurros, esta servidora retoma la pluma. No para adoctrinar, sino para recordar que el arte, sin lectura ni crítica, es un jardín sin raíces: hermoso, pero condenado a marchitarse.

Eh dicho.

UNA SOLA DANZA NO REPRESENTA A TODO NORTE DE SANTANDER

Por: Trinidad Pacheco Bayona. Hablar de una identidad cultural única en Norte de Santander es un error tan común como preocupante. Este depa...